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Cuando un adulto decide aprender un nuevo idioma lo hace por diferentes razones: laborales, hobby, mudanza, etc. Sea cual sea la razón, no suele ser un camino fácil y puede ser también frustrante, especialmente cuando la nueva lengua nada tiene que ver con la materna. A diferencia de los niños, el adulto ya tiene en su cerebro las estructuras de su propia lengua e inevitablemente cuando el nuevo idioma se comienza a incorporar, se hacen paralelismos y traducciones; que muchas veces llevan al error.
Los niños por su parte, son capaces de adquirir varias lenguas a la vez, sin problemas. Y cuando una de ellas quiere imponerse sobre la otra, naturalmente los niños utilizan gestos o lenguaje no verbal para hacerse entender. A diferencia del adulto, el niño no tiene vergüenza o miedo de equivocarse, y utiliza sus lenguas de forma natural y armoniosa.